jueves, 6 de enero de 2011

Ilusión infantil

Ojos grandes de sorpresa
y que nadie la despeche
pues se han bebido la leche
que dejamos en la mesa.
Ojos en que se embelesa
el asombro en lo profundo.
En la fracción de segundo
en que se olvida el engaño
uno siente que, sin daño,
la inocencia vuelve al mundo.

6 comentarios:

  1. Que bonito ver la ilusion de los niños al abrir los regalos y como disfrutamos tambien los padres viendo a los niños tan felices.

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  2. Y, sobre todo, qué ordenado y apacible queda todo luego, guanche –el hogar convertido en una fiesta de lazos y de papel de regalo- cuando a los Reyes matutinos suceden los rezagados vespertinos, y hay acumulación de útiles y funcionales regalos fáciles de montar y con diáfanas y comprensibles instrucciones de uso…..

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  3. Ese comentario, Espinelete, es de lo más gracioso, y acuérdese también de esos juguetes que van a pilas y nunca vienen en el paquete.... la cara de los niños cuando ven que no pueden jugar hasta que compren las pilas a los dos días...ayyyy...

    No hay nada más bonito que la ilusión infantil, aunque los niños son unos pillos y juegan con nuestra inocencia. Yo recuerdo que le oculté a mis padres por tres años quienes eran los Reyes Magos, y es que en el momento que lo dijera me dejaban de caer juguetes (esa era la costumbre en mi casa) y claro... no quería que eso pasara, así que disimulaba jajaja ¡que mala! En cualquier caso, es un precioso día digno de una de sus décimas.

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  4. Gracias por tus últimos comentarios, Euclides. Veo que conoces bien las rutinas de esta jornada de Reyes, incluyendo la tradicional falta de pilas y, más modernamente, la necesidad de cargar la batería. Un abrazo.

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  5. Para quienes tienen niños pequeños en casa, la mañana de Reyes es muy bonita y especial pese a los pequeños inconvenientes a los que usted alude y que muchos hemos también soportado, hace ya desde luego muchos años.

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  6. Cierto, Mara. Naturalmente yo aludía a estos pequeños inconvenientes con ironía y sentido del humor, pero sepa que los afronto con ejemplar estoicismo y serenidad de ánimo, porque los ojos de sorpresa del primer verso de la décima compensan cualquier incomodidad.

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