Esculpidas sobre el friso
blando y noble de la infancia
cuando el niño, sin distancia,
vive sólo el paraíso.
Regla, norma y compromiso,
precepto, charla, consejo.
De la vida el entrecejo
que con saña y con urgencia
devastando la inocencia
al niño convierte en viejo.
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Con la maravillosa que es la inocencia, tan tierna, tan noble, tan sencilla y humilde, tan ignorante de su devenir... pero, es ley de vida, ¿no?
ResponderEliminarSaludos
Pues sí, Rafa, inevitable y en cierta manera triste esta ley de vida de la pérdida de la inocencia. Un saludo cordial.
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