Dulce, lento, claro asombro
de la luz que en un segundo
se descorre sobre el mundo
como rosa sobre escombro.
Nombro el milagro si nombro
su caricia inadvertida.
En la mañana encendida
digo luz y el tiempo encuentra
la claridad que se adentra
por las grietas de la vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Cuando el maestro Azorin visitó Sevilla en 1905, anduvo por la Ciudad y paseó por ella en el tranvia: Un poquito "tópico", encontró sevillanas que caminaban "por las callejas con la flor escarlata sobre sus cabellos de ébano"; pero lo más importante es que en aquellos momentos se confesó "lejos de las quimeras y de los sueños hórridos de los pueblos del norte".
ResponderEliminarClaro es que al acercarse a la ciudad en el tren había visto cómo surgía "esbelta una torre gallarda que se destacaba sobre un maravilloso cielo violeta".
¡Asombro de la luz¡ al fin y al cabo,porque no hay nada nuevo bajo el sol.
La sorpresa del día a día en que vuelve a amanecer
ResponderEliminarigual que estas estos poemas nos deslumbran
Suerte que tuvo Azorín de venir cuando a las cosas las llamaban por su nombre, campo de azur. Ahora al tranvía le dicen "metrocentro". Y muchas gracias por su amable afecto a mis versos como siempre, Rafa.
ResponderEliminar