A D. Juan Francisco Martín Sánchez.
Hombre bueno. Lo imagina
hoy de nuevo el corazón
impartiendo la lección
con dedos de nicotina.
¿De qué pueblo? ¿Valencina?
Celeste y modesto traje…
Habrá emprendido el viaje
pero con claro cariño
el hombre que fue aquel niño
quiere rendirle homenaje.
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Los dedos de los maestros llenos de nicotina... que hermoso detalle, cuántos recuerdos encierra.
ResponderEliminarSí, al recordar a este viejo maestro es lo primero que me viene a la cabeza de su imagen, ya algo difuminada, junto a que era de un pueblo cercano, que no recuerdo, no estoy muy seguro de que fuera Valencina en honor a la verdad. Me gustaría recordarlo y no puedo. Un saludo, Dama.
ResponderEliminarUna descripción que desprende ternura. Me imagino a un profesor de pueblo, campechano y naturalmente entrañable.
ResponderEliminarSu descripción es tremendamente exacta, relatospress. Le agradezco el comentario.
ResponderEliminarNo sé si me es permitido adscribirme a este fantástico blog para publicar algunas de mis poesías , tampoco sé cómo pues soy tecnofóbico. Aún así quisiera compartir una canción que compuse en vísperas de un examen de derecho constitucional se titula "Rosa de los Vientos" , espero que sea de vuestro agrado.
ResponderEliminar(Aunque la canción se introduce con una estrofa del "Divino Impaciente",de José Mª Pemán, la he obviado para hacer un poco más liviana mi humilde creación.)
Daré un patada
a todas las puertas
pisaré con rabia
todas las aceras
porque la ciudad
es desheredera
de la libertad
que tanto me tienta.
(Rosa de los vientos soy,
donde acabe el mundo voy)
Cruzaré los valles
sin saber si quiera
cual es mi paraje
ni mis consecuencias
y ante la montaña
rendiré mis cuentas
cubriré de hazañas
todas sus riberas.
(Rosa de los vientos soy,
donde acabe el mundo voy)
Lloraré los ríos
cavaré mil cuevas
daré luz al brío
de toda su tierra
colmaré los prados
con mi alma entera
y entre los arados
clavaré mi enseña.
(Rosa de los vientos soy,
donde acabe el mundo voy)
Porque soy un hombre
que busca y no encuentra
y no tiene nombre,
ni espejo, ni ideas
y cuando llegue el alba
con su luz grosera
y abrace a la parca
que tanto me espera
moriré en silencio
por ser el que era
rosa de los vientos
en la primavera.
(Rosa de los vientos soy,
donde acabe el mundo voy.)
Sr. de Picavea, a Usted le esta permitido por supuesto y por descontado "adscribirse" a este blog -le agradecemos el halago- y publicar en él los versos y poemas que desee.
ResponderEliminarTodos los que somos maestros (y decimos esto sin atrevernos: nos parece palabra muy alta) hemos tenido un maestro. A él o a ellos, dedidamos todas nuestras clases (con vuestros nombres ahora os recuerdo).
ResponderEliminarAsí es, Francisco. También tuve además de esos maestros de la antigua EGB fantásticas profesoras luego durante el Bachillerato y a una de ellas, a la que tras los años reencontré con alegría precisamente por su blog, le dedicaré una décima la semana próxima en este apartado de añoranzas y nostalgias de mi blog. Cordial abrazo.
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