Mira subir el mar, sístole airada,
corazón que, de pronto, se ha expandido
en la fuerza invisible de un latido
con invasión de espuma abandonada.
Mira subir el mar, tú no eres nada,
nada lo que tú sueñas ni deseas,
nada tus versos, aunque tú lo creas.
Desde niño lo aceptas y lo sabes,
muchos siglos después de que tú acabes
seguirán, tras tu muerte, las mareas.
El profundo sosiego de las cosas
Hace 4 horas
Pero todo permanece en el seno de lo eterno, don Enrique. Nada se pierde.
ResponderEliminarUn saludo.
Asi lo creo yo también, Antonio, pero qué difícil ese humano convencimiento. Un cordial saludo.
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