En la pálida muralla
apura la tarde el paso.
Una daga es el ocaso
que acaricia y no avasalla.
De perfil teje su malla
la ascensión de la palmera
y de nuevo pareciera
esta hora silenciosa
que sonríe, misteriosa,
Catalina de Ribera.
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Que bella forma de describir los Jardines de Murillo. La vision que ofrece evoca unos jardines tan maravillosos que nos hace olvidar ,incluso , los deterioros y suciedad que ,a veces, tristemente, tenemos que soportar en ellos.
ResponderEliminarTiene mucha razón, Roque, cuando alude a ese deterioro de algunos enclaves de la ciudad, bien y trístemente visible en los últimos años en el caso de la Plaza de España y su seco y viejo estanque en el que navegaban aquellas barcas de remos. He leído en alguna parte que volverá a llenarse. Ojalá así sea.
ResponderEliminarBien por la vieja Huerta del Retiro, convertida en jardín. Lo suyo es un viaje a la memoria.
ResponderEliminarAlguien dijo, no me acuerdo quén era : "Has ido tan lejos para librarte de tu carga de nostalgia".
Gracias, Eudoxia, por su lírico comentario, tan rico, tan intenso.
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