Con el tranquilo sosiego
de un empeño de costuras
la tarde hilvana blancuras
a la luz de un sol sin fuego.
Afanado y andariego
sigue el tiempo su labor.
Por la rama inmóvil, por
la efervescencia que empieza
se despierta y despereza
-siempre nostalgia- una flor.
La lúgubre góndola
Hace 1 semana
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