Como ayer, como en mi infancia:
cadáver lívido y mudo,
silencio de Dios desnudo
entre incienso de distancia.
Convento y compás, fragancia
donde al sueño me adelanto.
Sólo un lirio de quebranto
que del tiempo se desgaja
porque aguarda una mortaja
la tarde del Viernes Santo.
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"Silencio de Dios desnudo": ¡qué verso, don Enrique!, en él se hacen uno lo sensible y lo religioso, la experiencia sensorial y la experiencia de lo trascendente; no puede ser de otro modo, porque ésa es la vivencia peculiar de nuestra Semana Mayor.
ResponderEliminarMe ha encantado también su "Piedad del Guadalquivir", una pieza deliciosa.
Un saludo muy cordial.
P.D.: Espero que esta vez me entre el comentario, porque no me deja desde hace semanas.
Antonio, le respondí antes más extensamante pero, efectivamewnte, da problemas la publicación de los comentarios. Gracias y buena Semana Santa
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