La tarde, lenta, se encela
cuando al golpe de tu mano
el remo firme y cercano
deja en el agua su estela.
Gacela, fugaz gacela
del crepúsculo vencido.
Quién fuera contigo unido
-prisionero de tu remo-
a arrojar un crisantemo
al mar viejo del olvido.
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Aunque no con la remera de la décima, si le apetece, alguien de la familia lo llevaría con gusto a remar por el rio. Un abrazo.
ResponderEliminarPues yo me apunto, guanche, aunque no sé si tengo la preparación física adecuada...
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