Conchas partidas, cuchillos
que se clavan en la planta
y en los que el sol agiganta
el poliedro de sus brillos.
Montón de restos sencillos
que la mar, con ironía,
dispone a quien desafía
su verdad, levanta y alza
para que sufra, descalza,
la planta su alevosía.
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