Tarde corta, noche larga.
El otoño moribundo
avisa que, en lo profundo,
viene el invierno a la carga.
Abrillanta ya su adarga
y avanza con firme paso,
guerrero que duerme al raso
con su ejército de escarcha
y sigue luego su marcha
aguardando un nuevo ocaso.
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Al raso, pero de noche,duerme el guerrero de los festejos, por aquello de las llamadas comidas de empresa,porque a partir de determinada hora no hay ni un taxi en esta ciudad en la que vivo.Aunque más duro es el autor del blog por su capacidad para producir.En fin, qué frío!.
ResponderEliminarArmémonos de abrigos y mantas y de leña para el fuego para defendernos de ese ataque y en el refugio leeremos tus poemas, puede que entonces sea más llevadero.
ResponderEliminarSaludos
Pues sí, anónimo y Rafa, qué frío, aunque sus comentarios den a mis décimas una calidez humana que yo agradezco vivamente.
ResponderEliminaraguardando un nuevo ocaso…
ResponderEliminar…guerrero, déjame tu adarga,
que yo pondré la bruñida espada,
maza de cadena,
alfanje y alabarda.
El traicionero puñal,
y ballesta de certeras saetas
que matan desde la distancia.
Al solsticio de invierno
presentaré cruzada,
sabiendo de antemano
cual humilde Quijano,
que luchar contra las estaciones,
es refriega en vano.
Querido Aviador, y espero que no controlador, bromas aparte qué alegría me da que sobrevuele mi décima para poner su bruñida espada sobre mi último verso y presentarle cruzada perdida de antemano al solsticio de invierno. Mi fuerte, cordial y agradecido abrazo.
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